Todos los domingos se alza en el barrio de San Telmo de Buenos Aires un mercado con un encanto único. Incontables puestos de antigüedades, comida, objetos variopintos, libros y arte, se extienden formando laberintos por toda la zona.
Locales, turistas, niños, familias, ancianos, mimos, magos y artistas, se lanzan a la calle para recrear un escenario con un carisma extraordinario.
En San Telmo se respira un ambiente amable y atractivo. Los vendedores de chapas, sifones, antiguos trajes de novia y muñecas del siglo pasado que dan pavor, no se lo piensan a la hora de dedicarte una sonrisa y a hablar contigo de manera desinteresada.
Al llegar a la Plaza Dorrego de este singular barrio porteño, me sumerjo de lleno en una atmósfera encantadora. Es difícil centrar mi mirada en un solo punto. Deslumbrada por el entorno que me envuelve y por las personas que me rodean, desenfundo mi cámara y comienzo a disparar durante un largo rato intentando captar el alma de San Telmo.