Cuando ves Kibera desde fuera es imposible imaginarse su interior, percibir su constante movimiento y la cantidad de vidas e historias que hacen que este lugar sea muy especial. Es complicado enfocar tu mirada en un solo punto cuando un amasijo de techos de chapa oxidada invaden un territorio casi infinito que alberga cientos de miles de personas a las afuera de Nairobi.

Cuando ves Kibera por dentro y cuando caminas por sus sinuosas y estrechas calles embarradas, te topas de frente con uno de los mayores problemas de este barrio de la capital keniana: la basura. Toneladas de desechos de todo tipo se acumulan desde hace años en lo que a principios del siglo XIX era un terreno arbolado y hoy en día es un barrio marginal en el que las enfermedades y el desempleo se juntan con la casi inexistencia de planes urbanísticos y gestión de residuos.

Durante casi un año, Kibera fue mi lugar de trabajo y pude comprobar como la suciedad y la inmundicia cohabita cada día con animales, niños, jóvenes y adultos a las puertas de sus casas y cada vez que van al colegio, a trabajar o a recoger agua potable al punto de venta más cercano.

*Takataka significa basura en swahili.