Níger es un país africano situado en el Sahel de unos 23 millones de habitantes. Tiene 8 etnias, 8 idiomas, 7 regiones, 7 fronteras, mucho desierto y pocas formas de ganarse la vida. La mayoría de personas se concentran en Niamey, la capital, situada al borde del río Níger y donde se ubican la sede del gobierno y diversas sedes de industrias y empresas.

En Níger, un país rico en cultura, historia y con una naturaleza única, se encuentra la ciudad con la natalidad más elevada del planeta. Se trata de Maradi, una ciudad capital de la región del mismo nombre de unos 4 millones de habitantes situada a escasos kilómetros de Nigeria. Esta ciudad se lleva la medalla de oro de la natalidad con una media de 8,4 hijos por mujer de media. Tener una familia con 8 hijos sería muy complicado en un país con un fácil acceso a la sanidad, la educación, paz y derechos humanos, pero en Maradi, lo complicado pasa a ser sufrimiento, dolor, hambre y muerte.

En Níger, más de la mitad de las niñas sufren matrimonio forzado antes de los 15 años y paren a sus hijos en condiciones de higiene y sanitarias deplorables. Los niños y niñas son criados en situación de pobreza extrema, hambre, sed y enfermedades. Lo peor es el periodo de soudure, entre junio, que las reservas de las cosechas se han terminado, y el siguiente periodo de recolección en octubre. El hambre estacional es un clásico ejemplo de emergencia humanitaria crónica.

Maradi es conocida por su gran actividad comercial impulsada por el hecho de que el gigante nigeriano esté a escasos kilómetros. La mayoría de sus mujeres, tienen coartados sus derechos y no se les escucha. Muchas no saben que pueden elegir, están resignadas y fuertemente presionadas por la sociedad y la religión y se ven obligadas a tener hijos sin medida. “¡Cuantos más, mejor!” he oído decir en varias ocasiones. Y a la pregunta de: “¡Eso es muy caro! ¿Cómo hacéis para darles de comer?”, la respuesta más común es: “Todo depende de Dios.”. Allah es omnipresente en las conversaciones que mantengo con los nigerinos sobre cualquier tema. Todo está en manos de Dios, incluso casarse con 3 mujeres sin tener ingresos ni siquiera para educar a los dos primeros hijos. He oído muchos argumentos para justificar el hecho de tener tantos hijos :“Es voluntad de Dios”, “Los hombres podrán ayudar en el campo.”, “Cuando sea mayor me cuidarán.”… Pero el que más me chocó fue el de una buena amiga nigerina cuando me contó que estaba embarazada: “Estoy embarazada del cuarto. Mi suegra se ha empeñado”.

Vista aérea de Maradi

La presión social en cuanto al tema de tener hijos que sufren las nigerinas y los nigerinos es tremenda. Si tienes muchos hijos eres mucho más hombre y con cuantas más mujeres sea, mejor. En el libro El Hambre, Martín Caparrós dedica el primer capítulo a Níger y explica cómo un hombre había ahorrado durante años para comprarse un buey y poder trabajar mejor su terreno. Sin embargo, presionado por sus amigos y conocidos del pueblo, cuando alcanzó la suma necesaria, cambió de idea y decidió casarse con la segunda mujer utilizando todos aquellos ahorros. Quedar bien con los colegas y ser un «buen musulmán», pesaba más que sacar adelante a su familia con un mejor rendimiento de sus tierras.

Pues a mi amiga le pasó algo del estilo. Ella no se dedica a la agricultura, ni sufre durante el periodo de soudure, pero la presión social es la misma. Hanatou* es una privilegiada al haber podido ir a la universidad, estudiar en el extranjero y visitar otros países. Se casó siendo mayor de edad y tuvo a su primer bebé a una edad razonable mientras terminaba su carrera. Su marido le deja trabajar e ir a una oficina que comparte con otros hombres siempre y cuando él haya controlado su vestimenta. Vestidos hasta los tobillos, mangas hasta las muñecas y hiyab. No es negociable. Mi amiga se dedicó durante muchos años a luchar por la igualdad de género y los derechos de la mujer en diversas ONGs y su marido lo permitió. Sin embargo, la realidad nigerina fue más fuerte que ella, su pasión y su fe en cambiar la situación de las mujeres de su país. Resignada y muy harta tras estar años luchando contra un muro, dejó de dedicarse a ello para trabajar como logista. Un día me dijo: “Es muy difícil predicar algo que no consigues aplicar en tu casa”. No pudo dejármelo más claro.

Un día, como quien no quiere la cosa y sin mirarme a la cara mientras organizaba unos papeles, me comentó: “¿Te he dicho que estoy embarazada?”.

No me lo esperaba para nada. Muchas veces habíamos hablado del tema y ella decía que tres hijos ya era una gran carga de trabajo y económica y que quería centrarse en su carrera profesional. “¡Enhorabuena! ¡Qué alegría! ¿Estás contenta?”, exclamé. Ella, seguía sin mirarme y respondió con contundencia: “No, yo no quería.” Sentí que el tono de la conversación se enfriaba. Tenemos mucha confianza y le contesté: “Y entonces, ¿por qué?”. “Estoy embarazada del cuarto. Mi suegra se ha empeñado.”, contestó sin levantar la mirada de su teclado del ordenador. Al parecer, la madre de su marido llevaba meses rechistando por el hecho de que su hijo sólo hubiera tenido 3 retoños. Eran pocos para un hombre de familia como él; eran pocos para ella. Era imposible hacerle razonar. El bajo sueldo de Hanatou y el hecho de que su marido llevara más de 5 meses sin cobrar, no podían ser una excusa. La familia y los vecinos ya habían empezado a comentar que mi amiga sólo era madre de tres. Un drama para su suegra.

Vista aérea de Maradi

Hanatou dejó de tomar la pastilla contraceptiva y el primer mes no se quedó embarazada. A su marido no se le ocurrió otra cosa que echarle la culpa y afirmar que lo había hecho a propósito ya que para ella tener otro hijo no era una prioridad. La presión de su madre la estaba descargando sobre su mujer.

Hanatou, se quedó embarazada al segundo mes de haber frenado la contracepción. Hoy Oumarou es un bebé sano y precioso y a Hanatou le brillan los ojos cuando habla de él. No puede quererle más. Este niño seguramente pueda ir a colegio, cuidar a su madre en el futuro y tener como alimentar a una familia. Pero no será el caso de todos los niños y niñas que nazcan hoy en Níger por voluntad de Dios o porque queda mejor en el barrio tener un equipo de football en casa. Es probable que acaben vagando por la calle, trabajando o bajo las órdenes de algún despiadado marabout (maestro del Corán) que les obligue a mendigar y que les meta en la cabeza que cuantos más hijos, mejor.

*Los nombres de este relato han sido cambiados para preservar la intimidad de sus protagonistas.