Kouré es una comuna situada a unos 60 kilómetros de Niamey, la capital de Níger, donde una reserva natural de 116 625 km² es el hogar de más de 600 jirafas. Estos gigantes con manchas que se mimetizan a la perfección con el paisaje, son las últimas jirafas de África del oeste y se les bautiza como “Girafes du Niger”. Hay pocos privilegios en esta región del planeta como poder ir a pasar una mañana a Kouré y adentrarse en la árida naturaleza del Sahel en busca de estos animales únicos. Issa, nuestro guía experto que lleva años acompañando a grupos de visitantes, se encarga de buscarlas y de acercarnos a ellas.

En el siglo pasado estas jirafas eran mucho más numerosas y vagaban a sus anchas por una zona mucho más extensa que cubría partes de Mali, Benín, Nigeria y Chad. Hoy en día, sólo se encuentran en Kouré por culpa de la agricultura intensiva, las fuertes sequías y el cambio climático. Es indescriptible el silencio que les rodea y la sensación al observar su imponente presencia, su elegancia y sus delicados movimientos. Caminan, comen y, cuando pueden, beben. No hacen ruido ya que no tienen cuerdas vocales y esto, sin duda, las hace más especiales y atractivas. El color de sus características manchas sobre el paisaje color crema y rojizo de esta zona, evidencian que están en casa, que se encuentran ahí donde tienen que estar.

Conviven con el ser humano cerca y acostumbran codearse con pastores que pasean a sus rebaños a pocos metros de donde las jirafas comen sus dosis diarias de acacias. Esto beneficia a los visitantes curiosos que desean acercarse al máximo a estos inofensivos seres vivos que pueden alcanzar casi los 6 metros de altura. Su coqueta mirada transmite una clara parsimonia y el movimiento de su mandíbula al masticar su alimento es tan marcado que parece que se les va a desencajar.

Hoy con Issa localizamos una manada de seis miembros: 4 adultos y 2 crías de pocos meses. Superan los dos metros y medio y observan atentas al grupo de bípedos que se aproximan. A los pocos segundos, las crías echan a correr haciendo un espectacular y sinuoso movimiento con su cuello y moviendo sus kilométricas patas de tal forma que parece una escena a cámara lenta. Los adultos no temen, se quedan impasibles en su lugar, y los más tímidos parecen jugar al escondite poniéndose detrás de un árbol sin ninguna pretensión de huir.

Las jirafas nigerinas o jirafas camelopardalis peralta, llevan décadas en peligro de extinción, sin embargo, las cifras son esperanzadoras ya que la manada aumenta cada año. Ojalá la hostilidad del clima nigerino influido por el calentamiento global no cambie esta situación. Ojalá que los grupos armados no se instalen en esta zona para desestabilizar la vida de sus habitantes. Ojalá que no lleguen los terroristas y que el turismo seguro siga pudiendo tener cabida para poder continuar con la conservación de estos animales únicos. Ojalá no dejen de reproducirse y los amantes de la naturaleza y de esta especie tan singular puedan seguir visitándolas y dando trabajo a Issa y a todos sus compañeros.